jueves, 26 de diciembre de 2013

"El estrecho dudoso": mismos acentos de nosotros

Me gusta compartir los libros que leo e invitarlos a leerlos también. Mi deseo es relatar una corta biografía y un fragmento de algún libro que deje una enseñanza formativa para los lectores. Espero lograrlo.

El libro es semillero de cultura, portador de conocimiento, nos acompaña en los momentos de soledad como un amigo fiel, nos hace descubrir mundos desconocidos y asombrarnos de lo que ignoramos.

Admiraré siempre a Ernesto Cardenal, nació en Granada, Nicaragua un 20 de enero de 1925. Poeta, sacerdote, teólogo, escritor, escultor, traductor y revolucionario. Estuvo nominado al Premio Nobel de Literatura en el año 2005. En este mismo año fue presidente de la Asociación para el desarrollo de Solentiname, fue premiado con la “Foca Mediterránea” en los premios Ones. En el año 2009 obtuvo el Premio Iberoamericano de Poesía Pabla Neruda. Su poesía está enfocada más hacia lo social y político.
Su libro “El estrecho dudoso” (1966): sus versos describen un pasado que muchos no conocemos, relata la herencia cultural de nuestros países. Se nos explica sobre la valentía, los hechos heroicos, el abuso, maltrato y dolor, así como las victorias y momentos de gloria de nuestros antepasados durante la conquista.

Fragmento de la obra:

Por lo que toca a su vida y costumbres,
hombres  y mujeres andan completamente desnudos. 
Son de mediana estatura y de buenas proporciones.
Su carne tira a roja como el pelo de los leones,
y soy de  opinión que si anduvieran vestidos
serían tan blancos como nosotros.
Tienen sus pelos largos y negros,
especialmente las mujeres,
a las que sienta bien la larga y atezada cabellera.
No son muy hermosos sus semblantes
porque tienen las caras chatas o aplastadas
semejantes a las de los tártaros.
Son de extremo ligeros y veloces para correr
tanto los hombres como las mujeres.
Nadan maravillosamente en el agua, como peces,
y las mujeres mejor que los hombres.
Sus armas son arcos y saetas
que fabrican con mucha habilidad.
Carecen enteramente de hierro y otros metales
y arman sus saetas con dientes de bestias y de peces.
No tienen jefes ni capitanes de guerra
sino que andan sin orden, cada uno libremente.
Esta gente vive en libertad, no obedece a nadie
mi tiene ley ni señor.  No riñen entre sí.
En el modo de hablar parecen muy sencillos
pero en realidad son muy astutos y sagaces. 
Hablan muy rara vez y en tono muy bajo
usando los mismos acentos que nosotros.

Las voces las forman entre los dientes y los labios;
y tienen vocablos distintos de los nuestros.
Su modo de comer es muy bárbaro
y no tienen horas determinadas para ello;
comen cuando tienen hambre, sea de día o de noche.
Para comer se sientan en el suelo;
y no usan manteles ni servilletas,
pues no tienen lienzo ni paño alguno.
Duermen en grandes redes colgadas en el aire.
Son muy aseados y limpios porque se bañan mucho.
Sus casas están construidas a manera de campanas.
Sus riquezas son plumas de aves de varios colores
o cuentas que hacen de los huesos de los peces
o piedrecitas verdes y blancas.
Pero desprecian el oro y las piedras preciosas.